miércoles, 7 de mayo de 2008

Experiencias culinarias


Este puente me he reencontrado con mucha gente, y he asistido a varias comidas. El tema de ser vegetariano ha salido rápidamente (es difícil ocultarle este tipo de cosas a tus amistades de toda la vida). De mis amigas, una de ellas dice que le parece estupendo y que me apoya al 100%, su marido me dijo que si no me dan pena las lechuguitas que viven en campos de concentración (aquí me dió un ataque de risa), otra no lo ve mal pero opina que es demasiado complicado y la última se rió de mí toda la comida. Al menos ya me he quitado a las más representativas (por no hablar de mi Maria José, que desde entonces me busca recetas, opina que estoy loca pero a su manera es la que más me apoya, ¡viva la amistad!). Mi novio también hace lo posible por apoyarme, ya prácticamente no come carne ni toma lácteos (aunque queso si, pero cualquiera se lo quita...).

Ayer fué mi mini-aniversario, 5 años y 10 meses. Ya se que estas cosas no se suelen celebrar, pero me apetecía tener un detallito con él, que está siendo un santo conmigo, de forma que se me ocurrió preparle berenjenas rebozadas fritas con miel de caña. ¿A que tienen buena pinta esas de la foto? Pues no, no las he hecho yo, mas quisiera. Parecía tan sencillo... ¿Cómo algo tan simple puede convertirse en semejante odisea?

Resulta que a las 9 ya tenía preparadas mis berenjenas en rodajas y mi pan rallado (luego he averiguado que con harina mucho mejor). Lleno una sartén con un dedo de aceite, espero a que esté muy caliente y zas zas zas, 3 buenas rodajas al fuego. Lo tapo para que no salpique, y mientras las dejo que se doren voy terminando mi ensalada de lentejas y mi tomatito andaluz con ajo y sal gorda. Abro la tapa para darles la vuelta, y fué entonces cuando me di cuenta de que en la sarten no había aceite!! Nada, ni una mísera gota, todo mi maravilloso aceite dentro de las 3 rodajas de berenjenas! No tuve más remedio que empezar a espachurrarlas con la espátula, para que fuesen soltando poco a poco todo. Y qué forma de salpicar, toda la cocina llena de aceite, las manos achicharradas de tanto chisporroteo. Ya se sabe esa famosa ley que dice algo así como: si algo empieza mal, acabará mal. Pues es cierto, pero en ese momento no lo pensé, y tras conseguir que mis 3 rodajas de berenjenas pareciesen comestibles, decidí echar otras 3 porque no las iba a tirar, ¿no? 3 cuartos de hora espachurrando berenjenas, quemándome y añadiendo aceite mientras las que ya estaban fuera de la sartén se iban enfriando.

Resumiendo, que una cena que tenía lista para las 21.30 finalmente pude servirla una hora más tarde, y con una mala leche que mejor ni lo cuento. Qué fracaso...

Hoy en el trabajo, me ha dicho una compañera: "Claro, pero si ya te lo dije yo. ¿No te acuerdas del truquito que te dí? Debes bañarlas en cerveza y luego rebozarlas en harina, ya verás que ricas te salen". Es cierto, me lo dijo, qué pava soy. Bueno, otro día lo intento, de momento les he cogido un poco de manía, jajaja.

1 comentario:

Io dijo...

Exacto, hay que rebozarlas con harina. Tranquila, cariño, que no hay nada como hacer las cosas mal para enterarte de cómo hacerlas bien la próxima vez. Sigue ensayando (¿Por qué se me viene a la cabeza Flipi, el cientifico loco de El Hormiguero?) que yo quiero probar esas berenjenas y meterle mucha caña a la miel.
P.D. Te recuerdo que ya no puedes tener mala leche, a no ser que sea de soja.